miércoles, 24 de febrero de 2010

Sombras.

La miro con ojos fríos, no quería mirarla pero sin embargo no podía evitarlo , estaba harta, muy harta y a la vez cansada, tan cansada que sentía que no podía más, le vinieron a la mente miles de imágenes del pasado, felices, tristes, con besos y sin besos, le vinieron imágenes hasta del futuro y también del presente, se le corto la respiración. Ella sabia que no podía más pero no tenia otra alternativa, dio media vuelta y comenzó a correr de nuevo otra vez escuchaba sus pasos en la oscuridad, una vocecita en su interior le llamaba diciéndole primero que no se detuviese, y después que no podría aguantar mucho tiempo más a ese ritmo. Llego a un callejón, dio media vuelta, y allí estaba ella, de nuevo contra la pared, imitando sus movimientos, tan negra, tan oscura, y tan sedienta de sus miedos y deseos, como siempre..

martes, 23 de febrero de 2010

Lucifer

Hoy no voy a publicar un relato sino una reflexión extraída de uno. Parece que hoy Koke y yo nos hemos cambiado los papeles :P Bueno, aquí va, espero que os guste:

Desde el principio de los tiempos se ha hablado de Dios, y se ha hablado del Diablo. El rey de los Cielos y el príncipe del Averno. Señor de la luz y criatura de la oscuridad.
Cuentan que, antes de que existiese el mal, Lucifer era en realidad Luzbel, el más bello ángel de cuantos podían vivir en el Cielo. Pero un día, Luzbel se rebeló contra Dios y perdió la batalla. Furioso, Dios convirtió al ángel en una terrible bestia y lo lanzó al Infierno, condenado a vivir entre fuego para siempre, custodiando las almas impuras que no merecían la entrada en el Paraíso, como él mismo.
El Ángel Caído.

Pero yo digo: ¿y si nunca existió Luzbel? Me parece que es más creíble pensar que las figuras de luz y oscuridad surgieron con las primeras muertes. Debía haber alguien que protegiese las almas cándidas y otro que castigase las malvadas. Lucifer es él desde que el mundo es mundo, mucho antes de que existiese cualquier religión. ¿Por qué, entonces, se empeña la humanidad en buscarle sentido a la figura del Diablo? No son capaces de comprender que exista semejante criatura sólo porque sí. Algo malo tuvo que hacer para merecer aquello… Pero no, no hizo nada.
Porque la verdad es que Lucifer no es malvado, ni mucho menos. Yo diría que más bien todo lo contrario: nos hace un favor a todos nosotros vigilando a aquellas almas perversas que podrían atormentarnos para siempre y les inflige el castigo necesario. No es más que un pobre carcelero encerrado en una terrible caverna de fuego plagada de oscuros corazones que lo torturan con sus alaridos al sufrir tortura.
Lucifer se compadece de ellos, y casi les envidia. Por lo menos ellos tuvieron ocasión de elegir. Él, únicamente, nació para el Infierno, es el primero de los condenados y el único de los inocentes.
Y, auque creemos que Dios es su jefe absoluto y le guarda infinito rencor por aquello que hizo, creemos que nunca le perdonará, la verdad es que son hermanos, y ambos se aman y comprenden el uno al otro. Simplemente, uno tuvo suerte y el otro no. Uno recibe las oraciones y la admiración, y el otro, que tiene un trabajo todavía más duro, es abucheado, odiado y temido.

Texto muuuuy largo, jaja

Era de noche, una noche iluminada únicamente por el resplandor de la luna, y sobre una colina situada al norte de Alemania se divisaban varias filas de hombres armados, unos con espadas, otros con hachas, los más alejados con arcos. Sobre una montaña, no muy lejana al lugar donde se encontraba el batallón, se divisaban distintas siluetas, que vigilaban atentamente todos los movimientos del batallón y en especial de Edgar, un temido guerrero que siempre enarbolaba un hacha cuyo metal era de un tono rojizo, del cual se decía que estaba formado por la sangre de cientos de hombres, y que era el capitán de dicho batallón.
-Señor, los vigías dicen haber avistado un pequeño batallón formado por no más de 20 hombres y mujeres en lo alto de esa montaña. -Muy bien soldado, puedes marchar, pero antes avisa a los demás de que se preparen para luchar- ordenó Edgar.
-Sí señor, como usted mande.

-Deberíamos empezar a descender de la montaña- advirtió Elena.
-Sí, de todas maneras no creo que ataquen hasta que nos encontremos a pocos metros de ellos, Edgar es demasiado orgulloso como para atacar sabiendo que el enemigo no está preparado- dijo Marth con un tono despectivo.
-Bien, entonces, ¿a qué estamos esperando?- dijo el impaciente James.
-A que Francis termine de rezar- dijo Elena.
-¿Rezar?, tonterías…- masculló James.
En ese momento se escuchó una voz un poco alejada.
-Bien, estoy preparado, podemos irnos- dijo Francis.
-Descendamos pues, avisa al resto de hombres James, creo que ya es hora de que Edgar se dé cuenta del poder de la Rebelión.

-Señor, los hombres divisados has descendido la montaña y se acercan hacia aquí, en total son 16 y algunos de mis hombres dicen que han sido enviados por un grupo rebelde llamado la Rebelión y que pueden ser peligrosos- dijo el soldado un poco inquieto.
-Bueno, eso habrá que verlo, además nosotros somos 30, casi los doblamos, no deberíamos tener problemas si todos están preparados, ¿les diste las órdenes que te dije?
-Sí señor, todos los soldados están en sus puestos.
-Bien, a propósito, ¿alguno de los soldados ha reconocido a algún rebelde?- preguntó Edgar.
-Sí señor, dicen haber reconocido a cuatro de ellos: una mujer llamada Elena, es una conocida guerrera rebelde de esta zona, suele portar un arco y una espada corta; un hombre no muy corpulento llamado Marth, no se sabe mucho de él; otro hombre llamado James, es un ladrón de esta zona; y por último Francis, un monje-guerrero, no se sabe de qué escuela salió pero dicen que no solo utiliza las armas, sino que también la magia…- señaló el soldado.
-Entonces tienen a un mago…, esto complicará las cosas. Únicamente conozco a uno de esos rebeldes, y tal vez lo conozca demasiado, maldito Marth…
Unos segundos más tarde la voz de uno de los soldados vigía gritó:
-¡Comandante, el batallón enemigo se acerca rápidamente, y están situados a menos de 100 metros!
-Muy bien, ¡atacad!
En ese mismo instante, a unos 50 metros los Rebeldes se preparaban para la embestida, y segundos después se producía el primer choque de espadas, seguido por el silbido de flechas en el aire, más choques de espadas y hachas, y por el olor a quemado producido por los hechizos ígneos que lanzaba Francis mientras se defendía con su espada y su bastón.
Pero a unos metros de donde se producía el enfrentamiento Marth y Edgar discutían sus diferencias.
-Volvemos a encontrarnos- anunció Edgar.
-Bueno, siempre nos queda la opción de no volvernos a encontrar nunca más…- dijo Marth, mientras se ponía en posición de ataque.
-Lamentarás lo que acabas de decir.
Y mientras a unos metros los dos batallones se batían en armas, Marth y Edgar se enfrentaban en un duelo a muerte. Edgar blandía su hacha como si fuera una pluma, y Marth se dedicaba a esquivar sus golpes buscando el momento justo de asestar un golpe mortal con sus espadas cortas, pero Edgar no era un simple soldado y cuando Marth realizaba una finta peligrosa, este ya estaba preparado para interponer su hacha entre las espadas y su cuerpo.
En ese momento, una gran bola de fuego caía sobre los últimos 5 guerreros acorralados por los Rebeldes, lo que daba por zanjado el enfrentamiento entre los dos batallones y que tan solo había causado 3 bajas entre las filas rebeldes.
-¿Alguno de nosotros está herido?- preguntó Francis.
-¡Aquí!- gritó Elena alarmada.
Francis corrió al lugar donde Elena se encontraba, y pronto se dio cuenta de porqué Elena estaba tan alarmada: James estaba tendido en el suelo con una fea herida en el hombro izquierdo y perdía mucha sangre.
-No te alarmes, creo que podré mantenerlo con vida hasta que lleguemos al poblado más cercano- dijo Francis mientras extraía un libro de una bolsa atada a su espalda.
James reprimía gritos de dolor, cuando Francis situando sus manos sobre la herida y recitando unas palabras escritas en el libro hizo que la herida se cerrara casi por completo. Ayudado por Francis, James se levantó del suelo, y junto a Elena y al resto de los rebeldes presenciaron el duelo entre Marth y Edgar.
-Esto parece que nunca va a terminar- murmuró Elena.
-Eso no me preocupa, lo que me preocupa es no saber cómo va a terminar- dijo Francis.
-Yo, confío en Marth- pronunció James con dificultad.
En ese instante, Edgar sustrajo una segunda hacha de su cinto y sin cesar de atacar propinó un hachazo simultáneamente con sus dos armas, que Marth esquivó por los pelos, momento que este aprovechó para dar un salto hacia su enemigo y clavarle una de sus espadas en el cuello con una velocidad que solo un asesino como Marth poseía. Sus amigos, sorprendidos por la destreza de su compañero acudieron a su encuentro, y mientras este recibía una ovación de sus amigos, este se limitó a decir.
-Descansaremos un par de horas al pié de la montaña, y partiremos…, esta guerra acaba de comenzar.

lunes, 22 de febrero de 2010

Translucidos.

Y como dos cómplices empezamos a entrar en un mundo de fantasía con las miradas, con las manos, con el deseo. Así y sin mediar palabras su mano se fue acercando a la mía y empezó a jugar con mis dedos, sonriéndonos mientras nos buscábamos.
¿crees en los flechazos?; me dijo.
-No conteste.
-¿pues entonces dime que es lo nuestro?
-llámalo magia.
-llámalo X.


9 líneas y un estreno en este blog, hoy empiezo como invitada, todo un honor para esta servidora, se que no es mucho, y que tampoco es poco, espero que al menos sea suficiente para empezar a ver que quizás pueda llegar a mejorar y escribir cosas algo mejores, algo que con vuestra ayuda no dudo.
Un saludo.
Anaïs Galvañ Domenech.

El Dolor, mi dolor.

El cementerio estaba empapado. Las gotas resbalaban por las lápidas y acariciaban las fotos de los difuntos olvidados. La lluvia golpeaba mi cuerpo sin miramientos y se reía de mi dolor. La Luna asomaba entre las oscuras nubes nocturnas e iluminaba la tenebrosa escena que nos rodeaba.
Yo estaba manchado de barro y sangre. Barro de cavar en la tierra húmeda y sangre de los numerosos arañazos que había sufrido en las manos mientras cavaba.
Mientras hundía mis dedos en la fría tierra y la lanzaba a ambos lados de mi cuerpo, podía sentir las gotas heladas golpear mis orejas, y también podía sentir las lágrimas escapar de mis ojos y morir contra la humedad del terreno.
No podía consentir aquella situación. Estaba seguro de que me habían mentido. Tenía que comprobarlo por mí mismo. Por fin alcancé el ataúd enterrado unos metros por debajo de mí y tiré de él para colocarlo sobre suelo liso. Me limpié el barro de las manos en los pantalones y lo abrí con cuidado.
Allí dentro dormía la más radiante doncella de cuantas habían existido y existirían. Su pálida piel recibía los gélidos impactos de la lluvia sin inmutarse. Sus facciones mostraban la paz del descanso eterno. Sus labios estaban fríos cuando me acerqué para besarlos.
Acaricié su mentón y después deslicé mis dedos por su oscuro cabello sin vida, que se desparramaba por toda la caja de madera. Sus ojos estaban cerrados. Si hubiese logrado abrir los párpados me habría podido mostrar aquella fría mirada que lograba consumir mi corazón.
Impotente ante la idea de no poder hacer nada por ella, desgarrado por saber que estaba muerta, apoyé la cabeza en su regazo y lloré con más fuerza y menos consuelo. Jamás podría volver a besarme, ya no sentiría sus dedos rozando mi espalda, y su aroma ya no inundaría la casa cuando me despertase.
Me puse en pie muy despacio y cerré la caja de nuevo. La introduje en su agujero y lancé la tierra que antes la cubría. Destrozado, me dejé caer de rodillas sobre la tumba de mi difunta esposa y me abracé a su lápida. Sobre la fría piedra gris podía leerse un bonito epitafio bajo su nombre, la fecha en que nació y el fatídico día en que la perdí para siempre.
Incapaz de concebir una vida sin ella, eché a andar y no me detuve jamás. Seguí caminando hasta que mi agotamiento fue tan grande que me obligó a caer.
Y al caer, morí.
Y al morir me reuní con ella.

domingo, 21 de febrero de 2010

Sociedad

Me acerqué asombrado hacia el interior de la sala, acompañado de cada una de las personas que en ese momento, se encontraban junto a mi en la fiesta. Algo esférico y luminiscente flotaba sobre nuestras cabezas mientras, expectantes, esperábamos a que ocurriera algo que nos indicara, qué podía ser aquel maravilloso fenómeno. Y ocurrió... de repente, luces provenientes de aquella esfera se entrelazaron con cada una de las mentes de los que alli nos encontrábamos, dejando inconsciente a muchos y maravillando a los que, sospechosamente, habiamos conseguido mantenernos lúcidos. El saber, el conocimiento de cada una de las personas que estaban conectadas a la esfera, fluyó por la mente de los indivíduos que nos encontrábamos entrelazados a ella, creando una red de pensamientos en mi mente, que nunca antes habia sentido y que sin duda alguna, nunca volvería a sentir.

Álvaro Castillo López.

Reflejos de lluvia con lágrimas en mejilla helada.

Álvaro y yo creamos este blog en el que colgar historias de todo tipo con las que entretenernos y entreteneros. Esperamos que lo disfrutéis.


Éste es un relato que escribí hace unos meses, aquí lo tenéis. ^^


Amelia parpadeó para eliminar las lágrimas de sus ojos. Las gotas de lluvia en el cristal se reflejaban sobre su rostro, acompañando a las gotitas saladas que resbalaban por sus mejillas heladas. Habían pasado muchos años, pero ella seguía esperando, llena de esperanzas que se desvanecían al anochecer y volvían con el primer rayo de Sol.

Cada tarde, al crepúsculo, Amelia apoyaba la cabeza en la ventana y miraba al horizonte, esperando ver aparecer a su hombre, que se había marchado hacía tanto tiempo, obligado a luchar en una guerra que no era la suya, organizada por personas que lo consideraban un instrumento.

Había prometido volver cuando el último rayo de sol todavía brillase tras las montañas, pero cada día era igual, y él nunca aparecía. La vida de Amelia pasaba sin cambios, todos los días los pasaba igual, apoyada en su ventana, contemplando el infinito, imaginando el retorno de aquel fantasma que arrastraba el atardecer, mezclando reflejos de lluvia con lágrimas en mejilla helada.


Marcos Rodríguez Saborido, 2009.