domingo, 21 de marzo de 2010

Partituras

La sangre empieza a fluir cuando arranco el puñal de mis costillas. Sangre negra que escapaba con fuerza y mancha las blancas paredes. En unos segundos todo es oscuridad a mi alrededor. El ambiente te torna frío como el mismo hielo y un aroma dulzón y pegajoso lo invade todo. Me cuesta respirar. ¿Qué está pasando?
Ante mí logro ver una luz que se acerca más y más. Una luz azulada que transmite incluso más frío del que ya sentía. No voy a negar que tengo un miedo terrible. Parece que tras la luz se esconde una silueta delgada y alta que sujeta una guitarra en la mano. Lanza la luz contra lo que sólo parece negrura y ésta se rompe en mil pedazos, desparramándose por toda la estancia circular.
La silueta, cubierta con una ajada túnica y ocultando su rostro bajo una capucha, agarra la guitarra y empieza a tocar con frenesí. Sus huesudos dedos rasgan las cuerdas y provocan acordes que estremecen toda mi alma. Del extremo de su instrumento surgen notas de verde luz que comienzan a bailar a mi alrededor, marcando con sangre mi piel. Pronto, todo a mi alrededor se ve cubierto por la cegadora luz de las notas y salpicado de la sangre que han provocado en mi cuerpo, esta vez roja y brillante.
Puede parecer estúpido, pero me desmayo en mitad de semejante caos y ya no logro despertar nunca más.

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